Miguel Méndez (Vigo, 2 de marzo de 1967) obtuvo el domingo su tercer título consecutivo de la Euroliga femenina, todas como técnico del UMMC Ekaterimburgo. "Tengo la suerte de estar en el mejor club del mundo", reconoce el entrenador vigués.
¿Cómo sienta el tercer título consecutivo?
Sienta bien y, ahora mismo, estoy muy cansado después de una semana aislados en la burbuja de la Euroliga. No pudimos salir de la habitación más que para ir a comer en el mismo hotel, a los entrenamientos y a los partidos. Estar seis días así y, con la tensión de la competición, se hace duro. Estoy cansado, pero muy contento.
Y con esa presión de que si quedan segundos es una decepción.
Esto es deporte. No voy a negar que tenemos la mejor plantilla de la competición. Tengo mucha suerte porque estoy en el mejor equipo del mundo y con las mejores jugadoras. Lo que sucede es que no siempre la mejores jugadoras forman el mejor equipo ni hacen el mejor baloncesto. Hay que trabajarlo, perseguir una idea común, ir todos en la misma dirección y poner los egos a un lado. Todos tenemos que estar dispuestos a que el equipo sea lo primero y no siempre es sencillo. Tenemos un buen equipo, pero como todos los que ganan. No creo que el Real Madrid de baloncesto, que ya ganó la Euroliga, o el Barcelona, que va primero ahora, tengan una mala plantilla.
Y a usted le van a exigir ganar. Menos de eso, no sirve.
Pero todos los entrenadores tenemos una presión de resultados. El equipo que tiene menos presupuesto o menos potencial de plantilla, también pelea por otros objetivos. No sé que es mejor, si tener esa presión por ganar o la presión por no descender, que te atenaza y te machaca. Cuando te dedicas a gestionar un grupo de personas en busca de un objetivo, existe esa presión por conseguir unos resultados. Y no sólo en el deporte, en todas las facetas.
Empiezan mal la final y el Perfumerías abre distancia... ¿Cómo lo gestiona?
Empezamos mal, desconcentradas y con la energía baja. El Perfumerías Avenida arrancó mejor, más dinámico, más energético y más metido en defensa. Nos costó entrar en el partido, pero ya son tres años con este grupo de jugadoras. Creo que nos conocemos bien y, poco a poco, lo fuimos solventando. Lo primero fue encontrar nuestro ritmo y el modo de jugar a baloncesto. Lo hicimos y ya pudimos igualar el partido un poco antes del descanso. Después, estiramos el marcador y eso fue lo que ya marcó la final. Este planteamiento también llega de la confianza que tenemos, tanto la que tengo yo en las jugadoras, como las que ellas tienen en mí. Mantuvimos la calma en esos instantes difíciles y es algo fundamental. Hay que tratar de acertar con lo que está pasando en esos momentos e intentar volver al partido. También es clave encontrar a las jugadoras que, dentro de nuestras opciones, están mejor. Por ejemplo, una jugadora que el día anterior anotó 29 puntos, el domingo no estaba y salió otra.
En una plantilla así, ¿es más difícil encontrar el equilibrio que otras cuestiones técnicas o tácticas?
Todo es importante, el aspecto táctico, el mental y el trabajo de gestión de la plantilla que se hace todo el año. Tienes que llegar a este momento del curso con todas las jugadoras conectadas y no es algo sencillo porque tengo un grupo que, cada una, puede liderar a el juego. Tienen que dejarlo a un lado y poner el talento al servicio del equipo. Esto se gestiona todo el año, repartiendo los protagonismos y tratando de no perder a ninguna por el camino para llegar al último mes con todas enchufadas y buscando a las que estén en mejor forma. Tuvimos una dificultad añadida porque no hubo fase regular de Euroliga. Eran 26 partidos, que este año no hubo. Sólo hubo dos burbujas con seis partidos, más los pocos de la liga rusa, en los que hay mucha diferencia con los otros equipos. Nos creó algo de dificultad a un equipo como el nuestro. A nivel psicológico, es complicado de gestionar y a esto hay que añadir que es un año duro en el plano mental porque somos un grupo fuera de Rusia, de once personas, que estamos alejados de nuestra familias. Sobre todo, es duro por ello. Y, además, tuvimos un año complicado con mucha nieve y frío. Durante casi seis meses, estuvimos entre -15 y -30 grados y así es imposible salir a la calle, ni para airearte. Si vas a algún sitio, tienes que meterte en un lugar público, con todo lo peligroso que es por el covid. La mayor parte del tiempo estuvimos en casa, más confinados de lo que estaríamos en nuestras propias ciudades.
Careció de vida social.
Esta temporada no tuve. Un cero, ir a los entrenamientos y los partidos. Ekaterimburgo es una ciudad con una gran apuesta cultural con museos, ópera, ballet, centros de exposiciones... Otros años sí que estaba más entretenido, pero, el actual, un cero. Con mi ayudante, Nacho Martínez, sólo nos veíamos en los entrenamientos y los partidos.
¿Aprendió algo de cirílico?
Las palabras básicas. Poco a poco. Por suerte, el idioma del equipo es el inglés y ahí nos comunicamos todos. Poco de ruso. Este año, como hacía casi todo online, incluso a la hora de hacer la compra lo noté menos. Incluso si querías pedir algo a un restaurante, también era por Internet. Y, además, el club tiene un comedor y ya te quedas allí.
Disponer de un comedor ya indica el nivel que maneja el club.
Sí, el club funciona al más alto nivel profesional. No hay que preocuparse de nada en multitud de aspectos. El detalle de la comida es uno de ellos, pero hay muchos más. En lo del comedor, hay un buffet libre que puedes tomar allí y también llevarlo para casa para cenar en 'tuppers'. Ese nivel de cuidado nutricional ya indica el nivel de la entidad. Es una apuesta más y tengo la suerte de estar en el mejor equipo del mundo. Y lo digo sin soberbia. Para los que estamos aquí, es un privilegio poder trabajar en estas condiciones. También otorga mucha tranquilidad que el club es propiedad de UMMC, que es una firma siderúrgica y minera. No es que sea nuestro patrocinador, es que el club es suyo. Esto garantiza una continuidad en el proyecto.
¿Seguirá el próximo año?
Haremos algunos retoques a la plantilla, pero en enero ya me ofrecieron la opción de seguir y así lo firmamos por dos años. Lo agradecí mucho porque es una muestra de confianza antes de los partidos importantes. Ya estaba renovado antes de afrontar la 'final four'. En cuanto a la plantilla, hemos ido retocando pero es complicado hacerlo porque tenemos a algunas de las mejores jugadoras del mundo.
Ahí está la excéltica Alba Torrens, que sumó su sexta Euroliga.
Lo que le mueve es eso. Cuida su cuerpo y, mentalmente, es una máquina. Siempre quiere más y siempre tira del carro. Igual hay otras deportistas españolas más mediáticas, pero su palmarés es extraordinario. Ganó títulos y no sólo con nosotros, lo hizo en tres países diferentes. Es admirable.
Y usted ya es el entrenador español con más Euroligas, tres.
Yo estoy encantado y soy muy afortunado. Esto es un regalo para cualquiera. No es fácil llegar aquí, tienen que sumarse muchos factos y estoy agradecido al club por confiar en mí tras un cese en Italia. Hice buenos años allí, pero no es sencillo que confíen en ti. Lo hicieron y lo aprovecho al máximo.
¿Cómo valora la fase de ascenso del Celta Zorka Recalvi?
El primer partido lo tuvieron en la mano y, en el segundo, ya pagaron el esfuerzo. Lo seguirán intentando con la línea de trabajo que tienen marcada y, seguramente, un año de estos lo conseguirán. Hay que ser tozudos porque no es fácil. Ascender es muy, muy difícil.
¿Qué piensa de Raquel Carrera?
Llegó al baloncesto vigués siendo muy joven, se formó y ayudó mucho al equipo en los primeros años. De hecho, creo que la pérdida de Carrera, como pívot nacional de nivel alto, no la pudo llenar el Celta Zorka Recalvi. Este año progresó mucho y tiene que seguir en ese trabajo. Todos tenemos la esperanza de que vaya a la selección y tenga la opción de intentar entrar en los Juegos y el Europeo.
¿Pensó en ser seleccionador?
La selección está con el mejor seleccionador posible que es Lucas Mondelo, que ganó todo en los últimos años y mantiene un grupo competitivo. Es la mejor época de la selección española. No hay nada que decir y yo estoy muy contento en mi puesto de trabajo.
Jorge Castro
atlantico.net