Silvia compagina su trabajo en el primer equipo del Celta de baloncesto con dirigir a tres equipos de base
Se hizo viral con su tablet el pasado 20 de abril. Por sus nervios de acero mientras esperaba el desenlace del Girona-Gran Canaria que daba el pasaporte para la salvación a un Celta que ya había hecho sus deberes, pero Silvia Caíño Vidal (Vigo, 1992) es mucho más en el mundo del baloncesto. Entrenadora del cadete celeste de liga gallega que acaba de proclamarse campeón autonómico y tiene plaza para el Campeonato de España, puesto que compagina con otros equipos de la base, y delegada del primer equipo celeste. A día de hoy, el Celta acapara toda su vida.
Silvia practicó natación y tenis de pequeña, pero lo suyo siempre fue el baloncesto. Con el deporte de la canasta comenzó en el colegio, luego lo dejó un par de años «porque era muy tímida» y cuando el Seis do Nadal llamó a su puerta, se enganchó para toda la vida. Lo hizo como jugadora (ejerció hasta los 27 y llegó a jugar en Autonómica) pero esta ala-pívot en realidad tenía alma de entrenadora. «Después del primer año, comencé a entrenar en la liga escolar del Seis, en escuelas deportivas; luego, comencé con un federado y ahí me di cuenta que me tiraba más el banquillo que jugar».
En el 2018, decidió cambiar de aires. «Fue un tema personal, yo estaba contenta en el Seis do Nadal», aclara. Su primera intención era tomarse un año sabático, pero una llamada de Carlos Colinas, el director deportivo del Celta de baloncesto, provocó un vuelco en su vida. «Me preguntó si me gustaría seguir entrenando y me animé», cuenta. En el cuadro celeste comenzó con un benjamín y un alevín zonal.
La propuesta para convertirse en delegada del primer equipo llegó después del covid, también por boca de Colinas. «A mí siempre me gustó echar una mano en la logística, es una capacidad buena que tengo. Creo que se me dan bien las cosas organizativamente y creo que Carlos vio que podía llevar esa parte y, al mismo tiempo, seguir formándome como entrenadora». Agradecida por el trato recibido en el club desde su llegada, no podía negarse y aceptó. Lo hizo pasando un año en la Liga 2, dos temporadas en el Challenge y la recientemente terminada, en LF.
El trabajo de Silvia Caíño como delegada ni mucho menos se circunscribe al día de partido, todo lo contrario. «Este año hubo más logística. Llevaba todo el papeleo de las extranjeras y las atendía cuando llegaban a Vigo. Para ir al médico, a la mutua, para atender cualquier necesidad que puedan tener en sus pisos... intentar ayudarles lo máximo posible», comenta. También estaba presente en todas las sesiones para ayudar en todo lo que fuera requerida. «Yo hecho una mano. Si tengo que ponerme a tirar con alguien o lo que sea, me pongo».
En cuanto al día de partido, su función ha cambiado con el ascenso debido a la tecnología con la que cuenta la élite frente a las divisiones por las que pasó el equipo en la última década. «Este año me dedicaba a llevar las faltas y algo más». Antes también tenía que tomar nota de los sistemas y de las jugadas.
Y en todo momento, la famosa tablet le ha acompañado en todo momento: «La lleva siempre». Pero se hizo famosa el 20 de abril. «Seguí el otro partido (el de Girona) para ir viendo el resultado. Los entrenadores no querían saberlo y no les dijimos nada, pero cuando acabó nuestro partido y vi que todo el mundo estaba quieto en su sitio, yo decidí sentarme y poner el final del partido (de Fontajau), que era lo más importante en ese momento».
Enseguida todas las miradas y todo el foco apuntaron hacia Silvia, que parecía tener nervios de acero «pero en realidad estaba muy tensa». Recuerda que cuando faltaban 23,9 segundos del Girona-Gran Canaria en la tablet, todo el pabellón comenzó a gritar, pero ella no se fio: «No entendía qué pasaba porque Canarias tenía el balón, estaba con Laura Prats, y le dije que no se moviera. ‘Hasta que coja el balón Girona no apago esto', le dije. Cuando lo cogió, la apagué y comenzamos a celebrar», recuerda de la secuencia que le hizo famosa.
Caíño Vidal está encantada como delegada y le gustaría seguir, pero tampoco esconde que entrenar en la base es lo suyo. «El baloncesto de cantera con las niñas es lo que más me gusta». En el Celta ha podido desarrollar su pasión. Aunque comenzó con equipos zonales, enseguida le ofrecieron un infantil de categoría autonómica y el primer año ya fueron al Campeonato de España. Ahora lleva un mini, un alevín y el cadete campeón gallego. «Llevaba cuatro años con ellas en tres categorías y al fin pudimos ganar una final en Culleredo. Estoy muy contenta y me alegro mucho por las niñas que llevaban tiempo siendo segundas», recalca. Ahora, la recompensa será jugar el Estatal en Santiago a mediados de mayo. Como Silvia no viaja y Colinas hace malabarismos con el cuadrante horario, a la entrenadora se le hace compatible atender a casi todos los frentes.
La preparadora, además, está encantada con la filosofía del club. «Aquí la base siempre fue la cantera y trabajamos a partir de eso. No pensamos más allá, solo en el día a día y hacer mejor a cada jugadora, tanto como persona como a nivel deportivo». Del mismo modo, destaca el ambiente que se ha vivido en Navia a lo largo de toda la temporada. «Es un ambiente para vivirlo, nos lo dicen los equipos de fuera». Ella ha tenido el privilegio de sentirlo desde dentro.
X.R. Castro
foto: X.C.Gil
lavozdegalicia.es