Solo lleva en Vigo dos años y medio, pero la sensación cuando se habla con Celia García Paunero (Valladolid, 1995) es la de estar tratando con un pilar fundamental del Celta Zorka Recalvi. Y es una realidad. Quizá no por cantidad, pero desde luego sí por calidad.

La pucelana entrena al cadete y su implicación es absoluta en el club y en el equipo. Todo ello tras superar 195 días sin jugar por una lesión osteocondrial en el pie izquierdo de la que fue operada en mayo y volver alcanzar la felicidad plena, la que siente en una cancha de baloncesto, el pasado sábado.

 

¿Qué sintió cuando Cristina Cantero le dice que va a salir?
Fue un momento peculiar porque estaba hablando con uno de los técnicos. De repente oigo '¡Celia!' y la reacción fue 'ay por fin'. Fueron seis meses y medio sin poder competir que se han hecho largos, la recuperación ha sido compleja y de muchas horas. Así que volver a competir fue emocionante.

¿Y al pisar la pista?
Llevaba semanas trabajando para controlar las emociones en el debut. En definitiva, estar preparada para competir y para ayudar. Tanto Cris (Cantero), que me ha transmitido la confianza necesaria, como las jugadoras me han hecho sentir muy cómoda. También agradecer que cuando me senté en la silla de cambios, Navia se vino arriba y me dio un aplauso muy bonito que me dio mucha fuerza.

¿Cómo fue la recuperación a nivel físico?
Yo estaba deseando que acabase la temporada para operarme porque tenía muchos dolores y me limitaba en el juego. Lo que pasa es que no sabes lo que viene detrás de la operación, con tres meses en muletas sin poder conducir, sin poder caminar. Fue un verano duro, de ir a rehabilitación todas las mañanas, de decir 'ya casi estoy' y que te pidan calma. Mucho trabajo detrás, también de coco.

¿Le ayudó ser psicóloga?
Tenemos mucha suerte de contar con Pelayo, nuestro psicólogo. Convive con nosotras y nos guía para entender qué nos pasa por la cabeza o conocer nuestras expectativas.

¿Por ejemplo?
En estas tres semanas que llevo con el grupo había que entender que Celia como persona ya estaba, pero como jugadora todavía había que trabajar en ello.

Siendo su padre Paco García y su madre Ana Paunero, el baloncesto parecía inevitable.
Ojo, tengo una hermana que es bailaora de flamenco en Japón (ríe). Sí que es verdad que nací con un balón debajo del brazo. Juego desde los cuatro años y antes me encantaba ir a ver los entrenamientos de mi padre cuando estaba en el Breogán de Lugo. El otro día vinieron los dos al redebut en Navia y nos gusta a todos, pero también tratamos de separar.

¿Costaba cambiar tan a menudo de ciudad?
Ahora que soy una mujer adulta me lo planteo, cuando veo que las otras niñas no cambian de cole. Para mí era natural. Por la profesión de mi padre, vivir uno o dos años en un sitio era lo normal y nunca le di importancia. Se la doy ahora a la facilidad que tengo para generar amistades, que no me importa moverme de un sitio a otro, que voy a Ourense y mantengo amigos. Son muchas ventajas.

Y ya de más mayor, a la Universidad en Estados Unidos.
No sabía muy bien dónde me metía. Gente del club como Mara (Neira) o Noa (Comesaña) ya saben a qué se enfrentan. Cuando yo me fui, no sabía dónde iba y mi nivel de inglés era justito. Pero cuando llegué todo el mundo fue muy acogedor y me encontré muy a gusto. Es una etapa que guardo con mucho cariño porque me ayudó a madurar, a ver otra forma de jugar a baloncesto. Fueron cuatro años muy bonitos y especiales.

Juntar todas estas experiencias han hecho su juego mucho más completo. Justo lo que se pide en el 3x3. Y con París 2024 ahí.
(Se ríe). Hombre, soñar es gratis. Uno de mis sueños se hizo realidad hace un año cuando fui a la concentración de la absoluta en Valencia. Verte allí con la mejor del mundo (Sandra Ygueravide) fue espectacular. Un premio a mi estado de forma y momento anímico.

¿Cambia mucho?
Yo animo a que la gente le dé una oportunidad. Sí que es diferente. Los partidos son más cortos, el balón es distinto, el juego más dinámico... Lógicamente, también está relacionado y hasta ayuda a mejorar en el 5x5. Pero cada vez es más difícil de compaginar. De momento, la competición en España es en los meses de verano y no hay problema, pero la internacional se disputa en otros meses.

Ha ayudado al equipo desde fuera y entrena al Cadete. Su implicación es total.
Me siento muy cómoda y debe ser algo recíproco. Intento dar lo que recibo. Mi relación con las niñas del club es muy buena y es muy bonito ver cómo se van desarrollando. Además, a mí me gusta entrenar y poner en práctica los conceptos que voy aprendiendo y por eso llevo al Cadete.

¿Qué signfica para usted el Celta?
El club que me ha devuelto la ilusión por el baloncesto. Venía de una etapa difícil en Liga1 y me encuentro como en casa en Navia. Es mi sitio y mi lugar.

¿Y hasta dónde cree que puede llegar el equipo este año?
Nos veo bien. Esas dos primeras derrotas era algo natural. Hubo gente que llegó tarde y el equipo estaba en construcción. Es una sensación que mantengo. Semana a semana se dan pasos adelante. Tenemos un grupo muy bueno que trabaja muy bien. La competición nos colocará donde merezcamos, pero de momento vamos bien.

¿Difícil marcar objetivos en una liga nueva y tan difícil?
Efectivamente.

¿Y usted?
Mi objetivo es coger sensaciones poco a poco. Estar apartada de las pistas seis meses, además de todo lo anterior a la operación, es duro. Lo que quiero es recuperar un estado óptimo, pero sé que tiene que ser a largo plazo. Quiero llegar a tope al momento de la verdad.

Acaba de cumplir 26 años y ya ejerce de veterana.
Tenemos el caso de Laia (Lamana), que solo tiene 19 años y sale por primera vez de casa. Tiene un gran futuro por delante y a mí me gusta ayudar a las jóvenes con mis experiencias.

Y hablando de experiencias, ¿cuántas más le quedan por vivir?
Ojalá que muchas. Me encanta aceptar retos, soy echada para adelante y me gusta probar cosas nuevas.

Una sería jugar la Liga1 de celeste
Ojalá. Sería un bonito sueño.

 

Borja Reflojos
atlantico.net