Miguel Méndez, que comenzó en el baloncesto masculino, creció en el femenino en Celta, Rivas, Schio y Ekaterimburgo
A Miguel Martínez Méndez (Vigo, 1967) la llegada a la selección española absoluta femenina de baloncesto le ha costado cuatro lustros. Nadie le ha regalado nada, por lo que ha necesitado dar un rodeo gigantesco. Bajo el impecable traje con el que aparece dirigiendo partidos se esconde un técnico con mejor humor del que a veces muestra (le viene de familia) y, sobre todo, con mentalidad prusiana: quiso ser lo que es y se ha esforzado al máximo para ello, sabiendo que tendría que emigrar. En cuestión de trajes se le adelantaron en Salamanca y alguna temporada, en el Celta, recibió más de una crítica de aquellas tierras por no rechazarlo inicialmente. Cosas de la etiqueta.
Pero retrocedamos todavía más tiempo. Quién le hubiese dicho todo esto a Méndez en 1985, cuando era un juvenil en el Ademar y posaba con el resto del plantel en la inauguración del vigués pabellón de La Enseñanza (Compañía de María) ante el Obradoiro. Los vigueses estaban reforzados para la ocasión por los oaristas Nate Davis y Ricardo García.
Poco después Miguel Méndez acabaría dirigiendo y jugando (de base) en el Ademar. Ya se había enganchado a los banquillos. También entrenó a las juveniles del Compañía de María, aunque ese primer paso en categoría femenina quedaría prácticamente sepultado después por su trayectoria en equipos masculinos.
Con todo, sigamos con aquella imagen. De esa foto saldría también el presidente del Baloncesto Cíes Vigo, Carlos Vázquez Ferro, muy poco después segundo entrenador en otro fallido intento del baloncesto masculino (Galeones Celta 87/88 en Primera B). Y cuando Ferro asumió en 1995 la creación del Cíes Vigo en la Liga EBA -esta era la categoría de plata en aquel momento- eligió a Méndez de entrenador. Miguel había guiado un año al Ademar y tres al Chocolates Sabú (CB Adesa) en Segunda División de 1990 a 1994. Estaba listo para dar un paso más.
El Cíes era inicialmente un equipo que pivotaba sobre el Ademar cadete, campeón de España con “Cholas” (1992), y otros jugadores con más veteranía, además de lo que había sido el Adesa. Se permitía un extranjero y también llegó (Lawell Owens, el primero). Resultó el proyecto más sólido del baloncesto masculino, pero duró poco. Méndez, hasta 1999 con el Cíes en EBA, saltó al baloncesto femenino en febrero de 2000. La debacle del Celta Banco Simeón en Barcelona frente al Universitari propició la destitución de Anna Junyer por parte de Gómez Carballo y Paco Araújo, presidente y vicepresidente bosquistas. El defensor del título, que además había jugado la Liga Europea en un grupo durísimo, buscó un revulsivo para el banquillo. Y funcionó. Segunda Liga consecutiva.
El periplo de Miguel en Vigo, que incluyó además ganar una Copa de la Reina en enero de 2001 en la capital canaria, se cerró inicialmente en 2004, cuando el club que presidía Paco Araújo no estaba en condiciones de seguir compitiendo por el podio. Aunque el técnico regresaría unos meses más tarde como director técnico primero y entrenador después.
No obstante, los valores extras que el tiempo ha otorgado a Méndez vienen de otras situaciones. En 2004 estuvo a punto de firmar en la liga gala, aunque cuestiones de permisos de trabajo en Francia evitaron que su agente, el francés Paco Torres, pudiera cerrarlo. La frustración fue importante y la siguiente opción la multiplicó por dos. Acabó en el Ciudad de Burgos, en su peor experiencia en el baloncesto femenino. En Navidades renunció.
Miguel, que tuvo algunas grandes plantillas en el Celta, ha convivido también con momentos duros y con los egos de jugadoras (el caso de la rusa Khudashova con Mujanovic, por ejemplo), como uno de los asuntos más complicados a solventar. O dos temporadas seguidas al borde del descenso en las que sacó al equipo de la quema.
Después llegaría el Rivas, presupuestos más altos -en 2011 volvió a dar un nuevo salto fuera de Galicia y el Rivas Futura le permitió armar un excelente equipo-, Italia y el Schio, un carro de títulos, su destitución (el presidente italiano se arrepentiría posteriormente e intentó volver a ficharlo en un par de oportunidades) y su salto al Ekaterimburgo.
Méndez, discípulo de “Cholas”, ha logrado ganar tres Euroligas en fila desde 2018 (en 2020 no concluyó la competición), pero lo mejor ha sido que se ha convertido en un enorme gestor de egos. Las jugadoras del campeón ruso son de primer nivel mundial, y para un entrenador la principal cuestión es saber conciliar los particulares intereses de tanta estrella. Y más en un club que ha devorado entrenadores anteriores a la llegada del gallego aun ganando la Copa de Europa.
Ahora, con la selección española absoluta femenina, señalan medios nacionales que su aterrizaje se da en un momento incómodo por las denuncias de jugadoras sobre el trato recibido por Lucas Mondelo y en una etapa de cambios tras los últimos malos resultados. No lo conocen. Méndez sabe que otro vigués, Vicente Rodríguez, “Cholas”, salió de la selección en 2004 por las críticas sobre su forma de tratar a las jugadoras, que él siempre negó. Elisa Aguilar, Rosi Sánchez y Amaya Valdemoro lo criticaron en rueda de prensa después de unas declaraciones del técnico sobre su rendimiento. La FEB no lo renovó. Méndez, que ha dirigido a la española sub-18 (de 2005 a 2012) y a la sub-20 (2001 a 2004 y en 2018) con dos medallas de oro, dos de plata y una de bronce, sabe construir. Conoce también los errores de sus antecesores y de los pesos pesados de cada época, siempre vitales en el fino equilibrio cuerpo técnico-jugadoras. Y está capacitado para reconstruir. París 2024, lo espera.
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