Segundo partido de la preparación y segunda victoria, esta vez ante Argentina y con un marcador contundente. España expuso sobre el parquet un buen repertorio de virtudes que dejó sin respuesta a un rival combativo

En el que era el partido número cien de Anna Cruz, la selección española, tal como había hecho veinticuatro horas antes, volvió a evidenciar esa armonía y calidad que le permiten gestionar los partidos desde la anticipación. Siempre un paso por delante, siempre un segundo antes que el adversario, nuestras jugadoras “atacaban” defendiendo y alternaban ritmos cuando disponían de la posesión. El abanico es amplio, el escaparate de virtudes está repleto y como ya es habitual en los relatos de sus partidos, los argumentos variados convierten los partidos en un agradable paseo por el baloncesto, disfrutando ya sea de contraataques explosivos, de ataques posicionales trabajados, de inspiración individual para romper guiones tácticos o de orden para sumar en plural.


El marcador fue acompañando al partido como un decorado poco significativo porque más allá de si la diferencia era de 10 puntos al final del primer cuarto o de más de 20 al llegar al ecuador de la segunda parte, lo satisfactorio era ver que esos estados de forma las protagonistas eran ideales, eran los adecuados al momento. Y más incluso que aspectos físicos – todas ellas están en plenitud – lo más esperanzador es comprobar la frescura mental, la alegría y a la vez concentración fina, complementos necesarios para que el tono de la selección sea el idóneo.


Argentina opuso una honesta resistencia, desde el trabajo y la paciencia, desde el amor propio por no dejarse avasallar, desde la calidad individual de alguna de sus piezas pero la cuestión es que hoy por hoy España está repleta de “estrellas” que trabajan como “obreras”. Hay talento ofensivo pero ese talento de nuestras internacionales no les impide flexionar las piernas en busca de la mejor defensa. Hay capacidad individual pero a esa virtud se une la generosidad para saber dar un pase de más cuando es necesario.


El marcador seguía creciendo pero ese dato objetivo era una simple anécdota para quienes disfrutábamos del amplio muestrario mientras Lucas Mondelo – que para este partido dio descanso a Ouviña – probaba defensas diferentes para enriquecer ese libro táctico al cual recurrirá sin dudarlo cuando la ocasión lo requiera


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