España se marcha de El Pireo con el duodécimo metal de su historia conseguido por un equipo donde había ocho debutantes

 

“Aveces la línea entre ganar y perder es muy fina”, dijo Alba Torrens en la rueda de prensa tras la derrota en la final del Eurobasket ante Bélgica (65-67). Lo sabe bien la capitana, que en sus 222 internacionalidades se ha colgado 10 medallas con la selección. Y la línea, este domingo, fue 17 segundos fina. España ganaba por 12 con tres minutos restantes de partido, pero encajó un 0-14 de parcial que fue demoledor. El equipo vio como Antonia Delaere recuperaba un balón en el último suspiro, cuando la selección tenía la posesión para poner fin al encuentro.

Esa fue la estocada definitiva. Fue el final más cruel para un grupo que hace 15 días apenas estaba en las quinielas para el podio y del cual se dudaba que incluso pudiera llegar al bronce. Las doce demostraron que, con un objetivo común y un gran trabajo colectivo, todo es posible. Incluso ganar a la generación dorada tricolor; que ha conseguido dos oros, dos bronces europeos y una cuarta posición mundial en apenas ocho años. Porque durante 39 minutos y 48 segundos, eso hicieron.

Con las ausencias de María Conde, Maite Cazorla o la nacionalizada Megan Gustafson, era difícil pensar que un grupo con tantas novatas y tan jóvenes pudiera competir como lo ha hecho en este campeonato. No por falta de talento, sino por la dificultad que conlleva rendir a tan pronta edad. Y vaya si compitieron. Con aplomo. Con apenas tres rostros permanecientes del equipo que llegó a la final europea de 2023 (Alba Torrens, Paula Ginzo y Raquel Carrera) España avanzó con pasos firmes y despejó las dudas creadas a su alrededor a base de victorias de todos los colores. Hubo triunfos de descaro, como el inaugural ante Gran Bretaña, victorias de crecimiento como la de Alemania u otras más sufridas y con prórroga incluida, como la de Suecia.

Y entonces el contratiempo: Iyana Martín aquejaba una colitis aguda que conllevó su hospitalización. Eso hizo mella en el grupo, que salió mal ante República Checa, pero se recobró a tiempo para sellar el billete para disputar el torneo clasificatorio para el próximo mundial. Y esos 14 de ventaja que llegaron a tener las checas quedaron triturados. Ya estaban en semifinales.

Las lágrimas de Alba Torrens eran el reflejo del amor por un juego que no entiende de edades. Y puestos a soñar… ¿Por qué no soñar en grande? Un deseo que se alimentó todavía más tras un poco de fortuna con un tiro libre de Iliana Rupert que no entró y que permitió a las jugadoras de Miguel Méndez derrotar a una de las candidatas al título: Francia. Este equipo era ya imparable.

Llegó la final. La orden era clara: ser ambiciosas. Y lo fueron. España fue un equipo mayúsculo que se enfrentó al mejor quinteto de Europa (las cinco titulares belgas anotaron 65 de los 67 puntos de su equipo). Los 2.753.000 espectadores únicos que vieron por La1, según datos de Barlovento, la final quedaron prendidos al ver los tiros mortíferos de Paula Ginzo, el descaro de Elena Buenavida, el temple frío de Helena Pueyo, el coraje de Iyana Martín (en el banquillo para apoyar a sus compañeras), la madurez de Raquel Carrera, la arácnida defensa de Irati Etxarri, la solidez de Awa Fam, la resiliencia de Mariona Ortiz, la mentalidad de Andrea Vilaró, la rigurosidad de Aina Ayuso, el compromiso de María Araújo o el corazón de Alba Torrens.

Esos miles y miles de espectadores vieron a un equipo de oro colgarse una medalla de plata. Pero que nada empañe el valor de esa plata. El coraje desprendido en la pista, esa capacidad de competir cada balón y de demostrar que con esfuerzo y compromiso todo se puede, va mucho más allá del terreno de juego.

“Ahora duele, pero con el tiempo valoraremos como este equipo ha sido justamente eso, un equipo. Y esta medalla tiene mucho valor. Estoy orgullosa de lo que hicimos y de cómo lo hicimos”, dijo la capitana, Alba Torrens. La de El Pireo es la duodécima medalla europea del baloncesto español (4 oros, 3 platas y 5 bronces). Y aunque el metal sea de plata y en toda narración debe haber un vencedor y un vencido, nadie podrá poner en duda que este ha sido un equipo revolucionario, un equipo con una medalla de plata, pero con un futuro de oro

Clara Juliá
marca.com
foto FEB