El Santiago Martín vive un choque a vida o muerte entre Senegal y Letonia del que salieron airosas, dramáticamente, las africanas

Tres de la tarde en el Santiago Martín. Un domingo. Un Letonia-Senegal que en nada incumbe a la suerte en esta Copa del Mundo de una España que no jugaba hasta cinco horas después. Alicientes perfectos, sobre el papel, para que el recinto de Los Majuelos viviera uno de los encuentros más desangelados de la cita mundialista. Pero no. Sucedió todo lo contrario. Por la igualdad dentro de la cancha y por lo que se vivió en las gradas con las que, por ahora se han convertido en las dos aficiones más animosas de esta Copa del Mundo.

Dentro de la pista, igualdad máxima entre dos selecciones para las que una victoria lo era todo y la derrota la muerte deportiva. Caer significa para ambas (sobre todo para Letonia) decir adiós de forma prematura. Y al final fue Senegal quien se llevó el gato al agua. Lo hizo gracias a que Elina Dikaioulaku erró un triple final frontal. Otra vez cruz para las letonas. Otra vez el sabor amargo de una derrota en el último suspiro. El mismo que tuvieron que soportar apenas 24 horas antes cuando también desperdiciaron la bola que les hubiera llevado al triunfo ante China. En su primera Copa del Mundo se marchan de vacío (ante la presumible derrota del martes ante Estados Unidos), totalmente injusto para un combinado que hace buen baloncesto y que además le da calor y presencia a la grada. Su afición, con más de 500 seguidores, es de largo la más numerosa entre las visitantes.

Las eslavas se van, pero Senegal se queda. Una vez que fueron capaces de dar la cara el sábado contra las norteamericanas, el equipo dirigido por Sarr Cheick obtuvo ayer recompensa a su basket de garra e intenso. La canasta de Sy-Diop a 12 segundos de la conclusión suponía su pasaporte para la fase eliminatoria y la vía libre para que se desatara la locura en un sector de la grada que, independientemente de lo que estuviera sucediendo en el marcador, no había parado en momento alguno de alentar a las suyas. Cánticos, saltos de alegría, lágrimas de emoción y abrazos con sus jugadoras como consecuencia de un triunfo histórico de las africanas. La Copa del Mundo se garantiza, al menos hasta el jueves, una nota de máximo colorido más allá de los partidos de España.

Carlos García
laopinion.es
foto: FIBA