Cristina Ouviña ha vuelto a hacer historia en el básquet femenino con el tercer puesto en el Mundial de Tenerife, su segunda medalla tras el Europeo 2013 H «He dado mi mejor versión. Estoy feliz», afirma

Un Mundial es ese sueño platónico que todo deportista tiene desde el momento en el que su carrera comienza a despegar. A base de constancia, trabajo y el factor suerte, que también influye, pueden convertir esos anhelos que parecen imposibles en metas alcanzables. Cristina Ouviña no necesita presentación. Es una de las mejores jugadoras de baloncesto de nuestro país.

Sus primeras canastas fueron en Zaragoza. Ahora, muchos años después, acaba de colgarse al cuello una medalla de bronce en el Mundial de baloncesto femenino que se ha celebrado este mes en Tenerife. Un nuevo capítulo en la historia del baloncesto femenino nacional.

El camino de Cristina para figurar en la foto oficial mordiendo el metal no ha sido fácil. 2018 ha sido un buen año en el aspecto deportivo, pero también fue cruel con la base aragonesa. Se topó con un compañero ingrato de todo jugador. «Ha sido un año duro con una lesión larga por medio», destaca. Ese contratiempo no fue suficiente para detener a una auténtica trotamundos. Esta temporada la jugadora fue la timonel del juego de su equipo, el Bourges Basket francés. Sus sobresalientes actuaciones ayudaron a la consecución de un histórico doblete para la entidad gala: Liga y Copa. Eso, además, terminó de convencer a Lucas Mondelo, el seleccionador, para incluirla en la lista definitiva.

El ambiente era diferente al de otros Mundiales. La competición venía a casa, a Tenerife. «Había mucha ilusión. Después de 5 años estando en podium queríamos ver hasta dónde podíamos llegar. Vencer a Estados Unidos era prácticamente Misión Imposible. Sabíamos que era su mejor versión en la historia. Están por encima de todos».

Cristina no figuró en los quintetos iniciales. Su momento siempre llegaba desde el banquillo. En ella recaía la responsabilidad de mover al equipo cuando las rotaciones irrumpían en la pista. El equipo vencía, se gustaba y ella jugaba un papel importante. Era el revulsivo que aportaba una buena cantidad de puntos con su capacidad anotadora.

La derrota ante Bélgica les situó en el segundo lugar del grupo, lo que les permitió evitar al coco, Estados Unidos, hasta la final del campeonato. La selección retomó la senda de la victoria en las rondas eliminatorias, plantándose en semifinales contra Australia. Esa derrota apeó a España del sueño de oro. «Nos sentíamos impotentes. Al igual que Lucas (el seleccionador) creo que la decisiones arbitrales nos perjudicaron mucho. Se respetó más a una jugadora que a un pabellón entero», explica Ouviña.

Era el turno de disputar ese partido agridulce que nadie quiere jugar. Las alumnas de Mondelo se medían a Bélgica, otra vez, para subirse al tercer puesto del podio mundial. Se consumó la venganza. «Todas nos lo tomamos como un triunfo. La medalla sabe a oro. Jugamos con nuestra identidad y todos disfrutamos. He dado mi mejor versión y las cosas han salido bien. Estoy feliz».

Es su segunda medalla con la selección después del oro en el Eurobasket del 2013. Un sueño cumplido. El próximo tiene lugar en Tokio el año que viene. Las Olimpiadas son «el sueño de todo deportista». Una cita a la que Cristina quiere apuntarse.

Carlos Ciria
elperiodicodearagon.com
foto FEB